Brenda
era una joven hermosa, tenía los ojos como el hielo y el pelo como el fuego.
Era alegre, siempre reía y tenía palabras amables para todo el mundo.
La
chica vivía en una cabañita de madera con su abuela, una adorable anciana a la que
todos querían y que se ocupó de ella cuando sus padres murieron en un terrible
accidente siendo una niña.
Brenda
estaba prometida con un joven llamado Martín, que vivía por y para ella. Martín
era un poco más alto que Brenda y, a pesar de trabajar en el campo, su piel era
blanca, fina y delicada. ¡Eran tan felices!
Un
día lluvioso de comienzos de primavera, poco antes de la celebración de la
Fiesta de las Flores, las mujeres estaban engalanando el pabellón en el que se
celebraría el banquete cuando Brenda abrió la puerta. En aquella ocasión Brenda
no reía, ni parecía feliz…estaba empapada, con el terror dibujado en el rostro
y sangre brotando por todo el cuerpo…
Las
mujeres corrieron en su ayuda, pero era demasiado tarde. Breda cayó al suelo y
ya no se levantó más. Asustadas, las mujeres fueron a buscar a sus maridos para
que buscaran una explicación a la cruel muerte de la chica, pero según iban a
la casa del alcalde, se encontraron con Martín en un estado de embriaguez
total, con los ojos fuera de las órbitas y empapado en sangre. Todas las
pruebas indicaban que Martín había tenido algo que ver con la muerte de Brenda.
Alertados
por los gritos de las mujeres, los hombres acudieron a ver lo que había
sucedido, y cuando lograron enterarse, llevaron a Martín a la casa del alcalde,
que hacía las funciones de comisaría. Pasaron toda la noche intentando
sonsacarle algo, pero Martín no era capaz de decir nada coherente, solo hablaba
de oscuras sombras, de seres venidos del más allá que se habían llevado a su
querida Brenda.
Todos
tomaron al joven por loco y fue condenado a morir, aunque él parecía ajeno a la
sentencia. El joven se pasó toda la noche llorando, gritando y pidiendo ayuda a
Dios.
Poco
después del amanecer, ahorcaron a Martín, que parecía haber aceptado su destino,
creyendo que con la muerte sería capaz de librarse del horror que había vivido
aquella noche.
Después
de colgar al asesino, fue el entierro de Brenda en un precioso acto que empañó
las miradas de todo el mundo. Aquella primavera nadie celebró la Fiesta de las
Flores.
El
año pasó y la primavera llegó de nuevo, y aunque la gente no había superado del
todo la muerte de la joven Brenda, decidieron celebrar la fiesta en su honor.
Durante la cena intentaron mostrarse animados, que la conversación no decayese,
pero la tensión estaba en el ambiente.
Cuando
el reloj de la iglesia dio las doce, la puerta se abrió bruscamente, pero no
había nadie. Extrañado, el alcalde se levantó para cerrarla, pero apenas se dio
la vuelta, volvió a abrirse. En aquella ocasión todos se quedaron en silencio,
pues en el umbral estaba Brenda, blanca como el día en el que murió,
inexpresiva como nunca lo había estado.
La
muchacha caminó por entre las mesas, silenciosa, sin mirar a nadie, sin decir
nada, bajo la atemorizada mirada de todo el pueblo, que se había quedado
petrificado. Después de recorrer la sala, Brenda desapareció por la puerta, que
se cerró silenciosamente tras ella.
Desde
aquel día, siempre que se celebra la Fiesta de la Primavera, Brenda aparece
para recordar a los vivos que nunca se descubrió la verdad sobre su muerte.
MK!