Era un día gris, como todos los días en el
pueblo en el que nunca brillaba el sol. Era por eso que todos en el lugar eran
blancos, tan blancos que algunos llamaban al pueblo “Morada de Fantasmas”.
Debido a la falta de luz y calor todos eran fríos e inexpresivos, en la plaza
no había gritos de niños y los días de mercado eran como una procesión macabra
en la que todos participaban de forma silenciosa, comprando y vendiendo sus
productos sin apenas mirarse.
Nadie visitaba nunca el pueblo, por eso la
única posada estaba siempre vacía, aunque en ocasiones los vecinos se reunían
en ella para beber, aunque la charla no solía ser animada, al acabar su jornada
en el campo los hombres iban allí, pedían un vaso de vino y se sentaban en el
lugar más apartado que pudieran encontrar, esto ayudaba a que la relación entre
los vecinos fuera casi inexistente.
Pero un
día más gris de lo habitual, alguien llegó al pueblo. Al principio no llamó la
atención, parecía uno más del lugar pero, según fue acercándose la noche, su
piel se fue volviendo cada más más traslucida, sus ojos eran negros pero vacíos e inexpresivos, llevaban la muerte escritos en ellos.
Cuando el reloj de la iglesia, que ya nadie
visitaba, marcó las diez, todo el mundo se retiró a sus casas, cerrando puertas
y ventanas. El caminante siguió deambulando por el pueblo. A media noche ya los
fuegos de todas las casas estaban apagados y la gente dormía acurrucada en sus
duras camas, si el caminante hubiese llamado a la puerta de algún vecino solo habría oído el eco de sus golpes en la puerta…Entonces comenzaron unos llantos lastimeros y un ruido de cadenas, como si una procesión de condenados a muerte se dirigiera al patíbulo.
Los más valientes se asomaron a las
ventanas, desaparecieron dejando sólo un rastro de polvo tras ellos…Sus almas
volar, volaron hacia la procesión espectral de almas encadenadas por el
caminante sin nombre que había llegado a la ciudad, luchando por librarse de
los grilletes que les atenazaban, buscando volver a sus casas…
MK!
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