“Hace
mucho, durante la guerra fría, había un pequeño pueblo entre montañas en el que
habían montado una base secreta en la que solo había un criptógrafo, Anthony.
El pobre hombre había sido arrancado de su casa y se sentía fuera de lugar,
pues los hombres para los que trabajaba ni siquiera le miraban. Se pasaba todo
el día solo, en una habitación llena de máquinas que no dejaban de hacer ruidos
y una ventana minúscula que daba aun patio gris.
Anthony,
poco a poco, fue volviéndose loco y encontrando mensajes ocultos en cada quehacer
cotidiano, en la disposición de la comida, en como quedaban las sábanas tras
levantarse, en las gotas de lluvia…Alguien quería comunicarse con él, pero no
sabía quién, hasta que un día creyó encontrar el mensaje oculto.
Por la
noche, el cuartel estaba en silencio, el aire, ese día estaba tranquilo, los
animalillos nocturnos habían callado y Anthony dormía, inquieto, en su catre,
hasta que algo le hizo levantarse. Una voz, femenina, muy sensual, le indicaba
que se levantase, que había llegado su hora.
Anthony
se levantó y, siguiendo la voz, acudió a la cocina, donde cogió el cuchillo que
usaba el cocinero para desollar los conejos y, en silencio, fue entrando en
todas las habitaciones y matando a todos los militares, terminando también con
su propia vida en el triste patio gris.
Cuando
al día siguiente se descubrió lo ocurrido, encontraron un mensaje indescifrable
escrito con sangre. Desde ese día, se dice que la montaña está encanta, que
allí seguían las almas de militares asesinados por Anthony, buscando una
respuesta a ese mensaje cifrado para poder ir al más allá…