On Parole

Bienvenidos al mundo de una cuerda loca :)

martes, 20 de noviembre de 2012

Los secretos del desierto.


Hace mucho tiempo, cuando todavía no había estallado ninguna guerra, en una pirámide que ahora ya no existe, ocurrieron los hechos que voy a narrar, intentaré ser fiel a la traducción de los viejos papiros encontrados en un zoco:
“Hoy me he escapado de mis aposentos en la noche, Rashid y yo hemos descubierto algo y queríamos verlo con nuestros ojos. Esta mañana, mientras huíamos del gordo Ramses, hemos descubierto un pasadizo que llevaba  a la cripta prohibida del dios Ra, la cripta de la que todo el mundo habla y a la que solo unos pocos acceden; las leyendas que se cuentan sobre ella son escalofriantes.
Sigilosamente nos deslizamos por el pasadizo y nos encontramos tras unas gruesas cortinas, pocos minutos después comenzaron a entrar hombres encapuchados, cuatro de ellos portaban una especie de camilla que colocaron sobre una mesa de barro que había en el centro de la sala.
Los hombres encapuchados se colocaron en círculo alrededor de la mesa y se dieron las manos. Inmediatamente empezaron a unas letanías en un idioma extraño del que Rashid y yo sólo entendíamos Ra. De pronto, los cánticos pararon, en la sala había entrado dos hombres, uno de ellos era alto, fornido y con una túnica negra, no blanca, tras él entró otro hombre, mucho más bajo que llevaba en brazos a una muchacha muy hermosa y no mucho mayor que nosotros, vestida con una túnica de lino blanco y los ojos vendados.
Muy solemnemente acercaron a la muchacha al centro de la sala, el hombre de la túnica negra sacó una daga no sé muy bien de donde, y después, habló. Sus palabras y lo que ocurrió tras ellas no lo olvidaré jamás:
-Hermanos, hoy es el día, vamos a resucitar a un muerto…esta muchacha es  de sangre noble y pura, como mandan las escrituras, y la momia es nuestro dios, que exige un sacrificio humano.
La muchacha no sé movía, o estaba drogada o estaba asumiendo su destino.
Dos de los encapuchados destaparon lo que había encima de la mesa, una momia putrefacta, llevaron a la chica ante ella y le quitaron la venda, al verla hizo amago de vomitar. La inclinaron sobre la mesa y le clavaron la daga por la espalda. Pequeñas gotas de sangre comenzaron a caer sobre la momia y, antes de que muriera, la sacaron el corazón. El sacerdote alzó el órgano y, en completo silencio, lo colocó en la momia.
Continuaron recitando letanías y, de pronto, la momia se levantó…”
MK!

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