CASUALIDADES DE LA VIDA
La luna brillaba en el
cielo. De un callejón oscuro salían risas ahogadas y gemidos apagados; una farola
iluminaba pobremente el callejón, por lo que no se podían distinguir los rasgos
de las personas que estaban en aquel lugar.
Al cabo de un rato se
dejaron de oír las voces y las dos personas salieron del callejón y comenzaron
a andar por las calles desiertas amparados por las sombras. La niebla envolvía toda la ciudad y humedecía el pelo y el rostro
de las dos personas, que parecían ajenas a todo aquello, hablando en susurros y
parando de vez en cuando para enredarse uno en los brazos del otro.
Poco antes de que
comenzase a amanecer, llegaron ante un portal de aspecto roñoso. La chica
rebuscó algo en su bolso, para después sacar las llaves que abrían la puerta.
Los dos entraron en el interior de edificio, en el que hacía demasiado calor,
por lo que enseguida las mejillas de la chica enrojecieron. Él la tomó por la
cintura y la besó apasionadamente, ella dejó caer el bolso y entrelazó los
brazos tras su cuello. Cuando el beso terminó, ella recogió el bolso y,
tomándolo de la mano, subieron las escaleras hasta el primer piso.
La casa de la chica no
era demasiado grande, pero tampoco estaba demasiado bien cuidada. Ella pulsó un
interruptor y una solitaria bombilla iluminó un pequeño pasillo abarrotado de
cosas.
Los dos fueron hacia la
habitación, y cuando él cerró la puerta, ella comenzó a desvestirse. Al girarse
y verla sin ropa, los ojos del chico comenzaron a brillar y se abalanzó sobre
ella, rondando juntos por la cama.
Cuando el chico salió
del piso, el sol ya estaba alto, pero ella no salió a despedirlo, sino que se
quedó en la cama, envuelta entre las sábanas, desnuda y con la mirada perdida.
Fue el sonido del timbre lo que le sacó de sus pensamientos. Ella se puso en
pie, tomó una bata que había a los pies de la cama y fue a abrir. Ante ella se
encontraba un chico con el gesto serio y los ojos clavados en sus pies. Al
verlo, suspiró.
—Oye, no sé quién te ha
dado mi dirección, pero no puedes presentarte aquí sin más…—comenzó a decir
ella arrastrando las palabras. El chico frunció el ceño y le tendió algo negro
—¿Qué es esto?
—Pues parece tu cartera
— respondió él secamente. Al tomarlo entre sus manos pudo ver que sí que era su
cartera, por lo que se apresuró a abrirla y ver si estaba todo. Por suerte, no
le habían quitado ninguna tarjeta…ni el dinero.
—¿Esta todo? — Preguntó
el chico. Ella asintió — Me alegro. Pero para otra vez ten más cuidado con tus
cosas, no todos se tomarían la molestia de venir hasta aquí a devolvértela —
dijo él a modo de despedida. Ya se había girado, dispuesto a bajar las escaleras,
cuando ella lo detuvo.
—Perdona, ¿dónde la has
encontrado?
—¿Mmm? En el Wanted, trabajo allí —respondió él.
—¡Oh! Muchas gracias
por haberla traído, la próxima vez tendré más cuidado — después de esta breve
charla, él bajó las escaleras y ella regresó al interior de su apartamento.
La chica dejó la
cartera sobre una mesita y fue a darse una ducha. Le dolía la cabeza y estaba
cansada, pero no podía dormir, por lo que después de la ducha se preparó una
taza de café y encendió un cigarrillo. Mientras fumaba, comenzó a pensar en el
chico que le había llevado la cartera. No se parecía en nada a las personas que
solían trabajar en el Wanted por la
noche, no es que no fuese atractivo, pero había algo en su expresión que no
terminaba de encajar con aquel ambiente, por lo que debía trabajar en los
turnos de mañana.
Dos días después, el
sonido del timbre volvió a sacarla de su ensoñación, aunque esta vez sí
esperaba a la persona que estaba al otro lado de la puerta.
—Vamos, pasa — dijo
ella mientras miraba preocupada a su alrededor. El hombre entró y fue hasta el
salón, en donde se quedó de pie.
—¿Tienes mi dinero?
—Preguntó él. Ella asintió y se dirigió
a un pequeño mueble que había bajo la tele, sacó un fajo de billetes y se lo
tendió al hombre, que lo contó para ver si estaba todo. Después de comprobarlo,
sacó un paquete de polvo blanco de un bolsillo interno de su chaqueta y lo tiró
sobre la mesa. Después de que el hombre se fuese, ella cogió el paquete y lo
metió en el mismo lugar del que había sacado el dinero.
Después de guardar la
droga, se dejó caer sobre el sofá y cerró los ojos. Estaba cansada de aquella
vida que ella misma había elegido, pero no se sentía con fuerzas como para
intentar cambiarla.
Aquel piso a veces se
le quedaba pequeño y se sentía prisionera en su propia casa, a la que no podía
llamar hogar, por lo que al final decidió salir a dar un paseo, el aire fresco
le haría pensar de otra manera.
A pesar de estar a
mediados de diciembre, la temperatura era cálida y el sol brillaba con fuerza,
por lo que pasear por la ciudad era algo agradable. Cuando quiso darse cuenta
de lo que estaba haciendo, se encontró en la puerta del Wanted, en donde se decidió a entrar.
Por las mañanas aquel
lugar era una cafetería de bastante renombre que servía unos exquisitos cafés,
mientras que por la noche se convertía en al discoteca de moda de toda la
ciudad.
La chica fue a sentarse
en una mensa alejada de la puerta y comenzó a leer la carta hasta que una voz
le hizo apartar el café de sus pensamientos.
—Buenos días, ¿qué
desea? — Ella alzó la vista y se encontró de frente con el chico que días atrás
le había llevado la cartera, aunque él no pareció reconocerla.
—Un café solo, por
favor. Con sacarina — pidió ella. Mientras él iba por la bebida, ella sacó un billete
y garabateó algo con un boli. Cuando el chico le llevó el café, ella pagó y
salió de la cafetería.
Durante una semana ella
esperó una llamada que nunca llegó. Al principio no supo cómo reaccionar, nunca
ningún chico había ignorado sus provocaciones, por lo que al final tomó la
decisión de volver y hablar con él.
Caminó con paso firme y
seguro hasta el Wanted en donde, por
suerte, el chico estaba trabajando. Antes de entrar sacó un espejo del su bolso
y se retocó el maquillaje, luego tomó aire y entró, aquello no era tan difícil,
había hablado con chicos millones de veces.
—¿Otra vez tú? —
Preguntó él cuando la vio como si hubiese estado viendo a la chica todos los
días. Ella abrió mucho los ojos y fue a responder, pero entonces alguien le
llamó y él se tuvo que ir. —Ahora te atienden — dijo.
—No, quiero hablar
contigo — respondió ella antes de que él no pudiese oírla. El chico hizo una
mueca y se encogió de hombros.
—Pues entonces espera
aquí — le dijo. Ella esperó durante más de diez minutos a qué el regresase —¿Qué
es lo que quieres?
—¿Se puede saber por
qué no me has llamado? — Preguntó indignada. Él parpadeó confuso.
—¿Y cómo iba a hacerlo?
—Mirando el billete en
el que te apunté mi número…—respondió ella como si fuera lo más obvio.
—Ah, ¿hiciste eso? Pues
no me di cuenta — respondió él encogiéndose de hombros. Ella se golpeó la
frente con la palma de la mano, pero enseguida recuperó la compostura.
—Bueno, iré directa al
grano, ¿te apetece quedar conmigo?
—Vaya, no sé cómo
responder a eso — dijo él con cierto interés.
—Pues muy fácil, o sí o
no. —El chico pareció dudar un poco, pero al final encontró la respuesta.
—Vale, salgo a las ocho
— dijo.
—Perfecto. A las ocho
te espero en la puerta. Por cierto, me llamo Alice — dijo ella tendiéndole una
mano.
—Lo sé. Yo soy Marcus.
Después de las
presentaciones, ella salió de la cafetería y, mientras espera a que un semáforo
se pusiese en verde, se dio cuenta de que su corazón latía demasiado deprisa.
A las ocho en punto,
después de rechazar varias citas, estaba en la puerta del Wanted, y a las ocho y cinco Marcus salía vestido con unos vaqueros
y una cazadora de cuero. Alice lo miró de arriba abajo pensando que aquella
ropa le sentaba mucho mejor que el uniforme.
—¿Y a dónde quieres ir?
— preguntó él. Ella se encogió de hombros y entrecerró los ojos, después
comenzó a caminar sin rumbo fijo.
Las calles estaban llenas,
no solo porque fuera sábado, sino porque la temperatura y la cercanía de las
Navidades invitaban a pasear. Caminando al lado de Marcus, Alice fue capaz de
sentirse normal por primera vez en mucho tiempo.
En aquel paseo Alice
logró averiguar que Marcus tenía diecinueve años y que vivía con su padre y su
abuelo. También se enteró de que además de su trabajo en el Wanted daba clases de artes marciales en
un gimnasio durante la semana.
El problema vino cuando
él quiso saber cosas sobre ella.
—Yo…vivo sola. No me
llevo demasiado bien con mi familia y me gano la vida haciendo un poco de todo,
ya sabes — respondió ella quitándole importancia — Oye, ¿qué te parece si vamos
a cenar?
Él aceptó sin darse
cuenta de los intentos de la chica por cambiar de tema y fueron a buscar un
restaurante, pero todos estaban llenos, por lo que al final decidieron pedirlo
para llevar, y los dos se sentaron en medio de la calle.
Cuando acabaron de
cenar Marcus insistió en acompañarla a casa, y antes de despedirse ella le
pidió el teléfono.
Cuando Marcus llegó a
su casa, su padre y su abuelo ya habían cenado y lo estaban esperando sentados
en el sofá y hablando en voz baja. Al oír la puerta abrirse su padre se puso en
pie y lo llamó.
—Marcus, ¿se puede
saber dónde has estado? — Preguntó él
con voz seria. Marcus normalmente seguía la mima rutina, y si había cambios en
sus planes no dudaba en avisar a su familia.
—¿Eh? ¡Ah! Lo siento,
después del trabajo he quedado con una amiga y se me ha olvidado avisar,
después hemos ido a cenar y se me ha hecho tarde — dijo él dirigiéndose al
baño. Su padre iba a decir algo, pero el chico no le dio tiempo a abrir la
boca.
Cuando salió de la
ducha su teléfono estaba brillando, al mirar las notificaciones vio que tenía
un mensaje de Alice: Muchas gracias
por lo de hoy. Espero que nos volvamos a ver J
Unos meses después…
Alice estaba sola en su
casa, desnuda en la bañera y agarrándose las rodillas. Su largo pelo rubio caía
por su cuerpo y las lágrimas rodaban por sus mejillas cuando la puerta del baño
se abrió violentamente.
—Alice, ¿Qué ha pasado?
— Preguntó él mientras se sentaba en el
borde de la bañera y apagaba el agua, que había comenzado a salir fría. Alice
no respondió. Él le tendió los brazos y le ayudó a salir de la bañera
envolviéndola en una toalla. Después fueron al salón y ella se acurrucó junto a
él, que no dejaba de acariciarle el pelo. —¿Vas a contarme lo que ha pasado? —
Preguntó él cuando la chica pareció calmarse.
—No te he contado toda
la verdad sobre mí — dijo al fin ella con un hilo de voz. Después de esta
sentenciosa frase, la chica comenzó a contarle a Marcus todo lo que le había
estado ocultando durante aquellos meses. Le habló de las drogas, de las noches
de borrachera en las que acababa en casa de algún desconocido, también le habló
de la violencia y de todas las veces en las que se había visto obligada a hacer
cosas desagradables para poder pagar sus deudas. Mientras hablaba, Marcus se
iba poniendo más y más tenso, en cambio ella
se volvía más y más pequeña acurrucada en el sofá.
—Durante estos meses lo
he intentado dejar muchas veces, pero no ha sido hasta hoy que me he atrevido a
hablar con Harold, mi jefe…y al hacerlo se ha puesto violento y me ha golpeado
— dijo ella en un susurro llevándose la mano a la mejilla, en donde estaba
empezando a salirle un horrible moraton. — Lo siento, Marcus, no sé cómo salir
de esto y tú no te mereces tener que aguantarlo.
Marcus se puso en pie y
comenzó a pasear por el salón tratando de poner orden en aquel caos. Al cabo de
un rato él habló, y en su tono pudo ver que estaba realmente ofendido.
—¿Por qué no me lo has
contado antes?
—Al principio no pensé
que esto fuese a durar tanto y no creí necesario contártelo, pero según
avanzábamos…tuve miedo de que si te contaba toda la verdad me abandonases, y no
podía permitirlo. Tú eres la primera persona que no me ha utilizado y que me ha
tratado bien. Lo siento — dijo ella avergonzada. Marcus frunció el ceño y se
detuvo en medio del salón con las piernas abiertas y los brazos en jarras.
—Si lo que quieres es
cambiar de vida, lo primero que tienes que hacer es salir de aquí — dijo
señalando a su alrededor. Ella, confusa, asintió. —Si no tienes donde quedarte,
pues venir a mi casa hasta que encontremos una solución.
Aunque al principio el
plan de Marcus no le convencía demasiado, al final ella se dejó convencer e
hizo las maletas dispuesta a dejar atrás toda aquella vida. Antes de cerrar la
puerta miró al interior del pequeño apartamento por última vez y sonrió
pensando que no tendría que volver a ver aquel papel pintado tan horrible nunca
más.
MK!!
Feliz Año Nuevo a todos ^^