De pronto algo se movió, era un gato negro; tan negro que había pasado desapercibido en la noche. Se fue. Se fue corriendo a un callejón oscuro. Ni los gatos querían estar en la calle ese día.
Entonces, cuando el gato acababa de desaparecer, apareció él, era el hombre sin sombra, era el hombre que siempre tiene hambre, mitad bestia, mitad humano.
Una vez cada mes salía de su hogar, algún lugar oculto bajo la ciudad, alguna sucia alcantarilla a la que nadie se atrevía a bajar. Era y un ser monstruoso que se alimentaba del alma de la gente, por eso el día que el salía, el resto del mundo se quedaba en casa, con las ventanas cerradas y sin hacer ni un ruido. Pero siempre había alguien, había alguna víctima que no escapa y que a la mañana siguiente era encontrada vagando sin rumbo fijo, vagando sin alma...
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