On Parole

Bienvenidos al mundo de una cuerda loca :)

domingo, 1 de marzo de 2015

Árbol maldito

Hacía mucho que no escribía en el blog, pero es que las ocupaciones académicas me han tenido muy atareada, es más, ahora mismo debería estar preparando un discurso, pero la verdad es que ya no podía más y necesita relajarme un rato, por eso me he entretenido escribiendo esta historia de terror, género que, últimamente, tengo un poco abandonado, pero a ver si recupero las buenas costumbres y vuelvo a escribir más a menudo.
Espero que os guste esta historia



El pequeño pueblo estaba solo en muchos kilómetros a la redonda, mucho tiempo atrás había sido un pueblo grande y próspero, pero actualmente apenas quedaban cincuenta personas y todas ellas eran de edad bastante avanzada.
Yo llegué a él de casualidad, pues me perdí según iba a la ciudad más cercana. Era tarde y llovía y yo me sentía muy cansado, por lo que decidí quedarme a pasar la noche. Como os podéis imaginar no había ni hostales ni hoteles ni nada, por no haber no había ni ovejas pero, inmediatamente, los cuatro viejecitos que estaban sentados en la plaza del pueblo me invitaron a pasar la noche en sus casas.
De buena gana acepté la invitación de uno de ellos, el que más me recordaba a mi abuelo, y me senté a su lado, escuchando las historias de su juventud. Estaban ansiosos de un público nuevo.
Cuando el sol comenzó a desaparecer, los cuatro abuelos dijeron que era hora de regresar a casa y, en ese camino, yo notaba que el hombre se estaba poniendo cada vez más nervioso. Nada más entrar en su pequeña casa cerró la puerta con llave y, por fin, respiró tranquilo. Yo, a pesar de mi gran curiosidad, no me atreví a preguntar el motivo por el que estaba tan nervioso.
Los dos cenamos solos en un incómodo silencio que rompió mi anfitrión ofreciéndome un cigarrillo que yo rechacé, estaba dejándolo. El hombre lo encendió con lentitud y le dio un par de caladas, olvidándolo sobre un viejo cenicero, mientras que relataba esta historia:
“Cuando yo era joven, -comenzó- y de eso hace ya muchos años, sucedió la historia que estoy a punto de relatarte. Una noche como otra cualquiera, un muchacho de mi edad se escapó de casa. Si no recuerdo mal no teníamos más de quince años y, al principio, todos pensamos que se había fugado a la ciudad en busca de una vida mejor, pero estábamos equivocados, muy equivocados. 
Cuatro días después desapareció otro chico y, otra vez, asumimos que se había fugado, pero esta vez no para encontrar una vida mejor, sino para evitar contraer matrimonio con la mujer que sus padres habían escogido para él. Esa misma muchacha desapareció a la semana y media.
Se acercaba el invierno, y los inviernos en esta zona son crudos, por lo que pocos nos quedábamos allí, yo fui uno de los que se quedó y uno de los pocos que sobrevivió, ¡ojalá hubiese podido irme de aquí y evitar ver los horrores que trajo consigo la primavera!
Una hermosa mañana una mujer bajó a por agua a la fuente que había en la plaza y allí los descubrió, todos los jóvenes que habían desaparecido en el invierno estaban colgados de las ramas del enorme álamo que hay en el centro de la plaza.
La policía investigó, pero no lograron encontrar nada, no se sabía lo que había pasado, ni cómo habían muerto pues, en sus cuerpos, no había ni señales de maltrato físico ni rastro de veneno, todo apuntaba a muerte natural pero, ¿cómo habían llegado a las ramas del álamo?
Pero el suceso no acabó ahí pues durante las siguientes noches muchos fueron los que juraron que los espíritus de los jóvenes vagaban por las calles del pueblo. Muchos tratamos de huir, pero nos era imposible, siempre, de una forma u otra, acabábamos regresando al pueblo, así que nos resignamos y volvimos.”
Cuando el hombre concluyó su historia encendió otro cigarrillo y lo fumó con calma mientras yo masticaba sus palabras. Al acabarlo me llevó a la habitación en la que iba a dormir y él se retiró a la suya. Yo estaba cansado, había sido un día duro, por lo que en cuanto mi cabeza rozó la almohada me quedé dormido, hasta que cerca de las cuatro de la mañana me desperté: alguien estaba hablando bajo mi ventana.
Al principio no recordaba dónde estaba, pero cuando por fin todos mis sentidos despertaron, me enfadé, ¿cómo era posible que, después de la historia que el anciano acababa de contarme hubiese gente armando escándalo en la calle? Indignado, me asomé y, lo que vi, me aterrorizó: todos los ancianos del pueblo estaban reunidos allí, pero sus rostros no parecían humanos, estaban borrosos, difuminados, carcomidos por el tiempo, muertos.
Aquella procesión de muertos caminaba en círculos mientras recitaba una extraña letanía y yo, durante unos instantes, estuve tentado de salir tras ellos, pero el miedo y el sentido común me hicieron recoger mis escasas pertenencias y salir por la puerta de atrás hacía mi coche.
Cuando por fin me sentí a salvo en mi viejo todoterreno, pisé el acelerador, aunque antes de irme miré por última vez atrás y pude ver cómo todos los ancianos se habían reunido en torno al árbol y alababan a un terrorífico ser.

Nunca antes había contado esto a nadie, más que nada porque nunca más he sido capaz de volver a encontrar el pueblo.

MK!

No hay comentarios:

Publicar un comentario