Balzac
murió. Murió una fría noche de invierno entre grandes tormentos. Murió como
había vivido los últimos años de su vida, solo, sin amigos ni familia, sin
amor.
La vida
de Balzac fue larga y dura, difícil. Pobre como una rata desde el día en el que
nació, sólo conoció la felicidad y el amor durante unos pocos años. Décimo hijo
de una familia de campesinos, su madre murió al nacer él y, por este motivo, ni
su padre ni sus hermanos tuvieron nunca palabras bonitas para él. Nadie pensaba
que pudiera pasar el primer invierno, pero Balzac era un luchador y lo logró.
Poco a
poco fue creciendo, aunque nunca pasó del metro sesenta. Era un chico
delgaducho, pero avispado que en cuanto dio sus primeros pasos no paró de
corretear de un lado a otro, pero sin estorbar. Cuando comenzó a hablar tampoco
paró, pero siempre usó sus palabras con sabiduría. Trabajaba en la casa durante
todo el día para que su padre y sus hermanos estuvieran cómodos. No tenía
hermanas y los demás le consideraban demasiado escuchimirrizado como para hacer
los trabajos duros del campo; todos sabían que tras su delgadez se escondía una
gran fuerza y determinación.
Cuando
contaba con apenas quince años, decidió irse. Aquella no era vida para él,
quería ver el mundo que había más allá de su aldea y por eso se fue una noche
cálida de verano. No le dijo nada a nadie, y nadie le vio irse y para cuando su
padre se despertó él ya estaba lejos.
Pasó
todo el verano trabajando aquí y allí, ahorrando dinero para el invierno, el
cual le pilló en una pequeña ciudad del sur en la que sólo llovía, pero en la
que el tiempo era templado. Allí alquiló una pequeña habitación sucia y
maloliente y comenzó a trabajar en la panadería que había abajo. Era un trabajo
duro y no muy bien pagado, pero gracias a su constancia y tesón fue ahorrando
para una habitación mejor.
El
invierno llegaba a su fin y la mente de Balzac volaba lejos de esa ciudad
cuando conoció a Martha, la hija del panadero. Era un año más pequeña que
Balzac y era hermosa como ella sola, sus ojos negros hacían que todo el mundo
se quedase embobado. Era alegre y traviesa y Balzac se enamoró de ella al
instante. Ella fue el motivo de que decidiera quedarse en primavera en la
ciudad, esperando poder cortejarla antes o después…Pero entonces hubo una mala
época, una época de crisis en la que la panadería tuvo que cerrar, dejando a
Balzac sin trabajo y lo que es peor, sin Martha.
Con sus
ahorros y sus pocos bártulos Balzac fue tras su amada, vagando de un lado a
otro haciéndose con una pequeña fortuna hasta que llegó a una pequeña aldea,
dispuesto a asentarse. Habían pasado cuatro años desde que comenzó su búsqueda
y había perdido todas las esperanzas. Y cuál fue su sorpresa al ver que allí,
en esa pequeña aldea, estaba Martha, mucho más hermosa que la última vez.
Allí en
ese pueblo habían vuelto a abrir la panadería, que daba lo justo para comer y
pagar sus impuestos. Entonces Balzac se instaló allí, compró unas tierras y,
poco a poco, fue sacando su vida adelante. A la edad de veinte años el sueño de
Balzac se cumplió y se casó con Martha, coincidiendo con unas buenas cosechas
que incrementaron sus ahorros. Pero su felicidad duró poco. A los tres años de
casados una terrible epidemia de peste acabó con Martha…y con la mitad del
pueblo. Este acontecimiento terminó con la vida de Balzac. Vendió su casa y sus
tierras y volvió a ser un vagabundo sin amigos y sin hogar. Se volvió loco,
pues pensaba que Martha seguía allí, a su lado…
MK!