Hace mucho tiempo, cuando todavía
no había estallado ninguna guerra, en una pirámide que ahora ya no existe,
ocurrieron los hechos que voy a narrar, intentaré ser fiel a la traducción de
los viejos papiros encontrados en un zoco:
“Hoy me he escapado de mis
aposentos en la noche, Rashid y yo hemos descubierto algo y queríamos verlo con
nuestros ojos. Esta mañana, mientras huíamos del gordo Ramses, hemos
descubierto un pasadizo que llevaba a la
cripta prohibida del dios Ra, la cripta de la que todo el mundo habla y a la
que solo unos pocos acceden; las leyendas que se cuentan sobre ella son
escalofriantes.
Sigilosamente nos deslizamos por
el pasadizo y nos encontramos tras unas gruesas cortinas, pocos minutos después
comenzaron a entrar hombres encapuchados, cuatro de ellos portaban una especie
de camilla que colocaron sobre una mesa de barro que había en el centro de la
sala.
Los hombres encapuchados se
colocaron en círculo alrededor de la mesa y se dieron las manos. Inmediatamente
empezaron a unas letanías en un idioma extraño del que Rashid y yo sólo
entendíamos Ra. De pronto, los cánticos pararon, en la sala había entrado dos
hombres, uno de ellos era alto, fornido y con una túnica negra, no blanca, tras
él entró otro hombre, mucho más bajo que llevaba en brazos a una muchacha muy
hermosa y no mucho mayor que nosotros, vestida con una túnica de lino blanco y
los ojos vendados.
Muy solemnemente acercaron a la
muchacha al centro de la sala, el hombre de la túnica negra sacó una daga no sé
muy bien de donde, y después, habló. Sus palabras y lo que ocurrió tras ellas
no lo olvidaré jamás:
-Hermanos, hoy es el día, vamos a
resucitar a un muerto…esta muchacha es
de sangre noble y pura, como mandan las escrituras, y la momia es nuestro
dios, que exige un sacrificio humano.
La muchacha no sé movía, o estaba
drogada o estaba asumiendo su destino.
Dos de los encapuchados
destaparon lo que había encima de la mesa, una momia putrefacta, llevaron a la
chica ante ella y le quitaron la venda, al verla hizo amago de vomitar. La
inclinaron sobre la mesa y le clavaron la daga por la espalda. Pequeñas gotas
de sangre comenzaron a caer sobre la momia y, antes de que muriera, la sacaron
el corazón. El sacerdote alzó el órgano y, en completo silencio, lo colocó en
la momia.
Continuaron recitando letanías y,
de pronto, la momia se levantó…”
MK!